Ser criminalizado por defender un rio – ¿Qué significa la criminalización y cómo afecta la vida?

Artículo de Nicolas Schärmeli, acompañante internacional de Derechos Humanos de PWS en Honduras.

Tegucigalpa, Honduras

Nunca voy a olvidar cuando en uno de mis primeros acompañamientos un defensor, Antonio[1], invitó a mi compañera y a mí a su casa para cenar. Nos quedamos toda la tarde y noche donde su familia y platicamos mucho. En un punto de la conversación empezó a contar sobre la lucha que tuvieron y también de su propia historia. Igual su esposa empezó a contarnos su parte y como se sentía en estos momentos difíciles.

Para mí era increíble escuchar sobre un sistema tan injusto que permite una criminalización tan grave de su propio pueblo. En ese momento me di cuenta de que, aunque escuché de la criminalización y entendí que es algo muy malo, que es sistémicamente usado como herramienta de opresión, no sabía realmente que significaba. Esto me dio la motivación de entrevistar a Antonio para que su historia pueda abrir los ojos a otras personas como a mí y que crezca el conocimiento y el entendimiento de lo que le está pasando a los defensores de tierras, bienes comunes y derechos humanos.

Espero este artículo te haga reflexionar y pensar cómo puede ser que existan sistemas así en nuestro mundo; que al leer se pueda comprender qué es la opresión sistémica y el daño que hace por razones de dinero, poder y racismo a muchas personas.

¿Qué significa la lucha para ti?

Para mí significa la vida y pues, significa un desarrollo sostenible de nuestros pueblos. Significa estar en paz con la naturaleza. Lo que es un signo de pertenencia de nuestra riqueza o lo que nosotros queremos. En nuestro caso, la lucha se hace por los bienes comunes, por nuestros ríos. Pues la lucha es por el no-despojo de la vida.

¿Sabías a qué te enfrentabas al empezar la lucha?

De cierta forma sí, por mi inquietud de lucha. De cipote no sabía ni lo que quería. Pero leyendo y con algunos cuentos que nos ponían en los colegios es cuando empecé a ver del despojo allá en la costa norte de los verdaderos dueños de las tierras. Aprendí como las empresas bananeras empezaron a invadir y a apropiarse de la tierra. Me fue doliendo ver tanta muerte, tanta destrucción. Los químicos que tiraban a la naturaleza. Además, la muerte que trajeron, como los asediaban, los mataban y los perseguían. Nuestros pueblos latinoamericanos, especialmente aquí en Honduras, son pueblos que están destinados a eso, a ser perseguidos por defender la naturaleza. Entonces cuando uno se mete a eso, ya sabe la historia. La historia te ha contado todo. Que va a haber muerte y persecución, enjuiciamientos e intentos de comprarte con dinero, discriminación y un montón de cosas.

He visto también como gente que lucha se enferma. Cómo sufren, que tienen traumas, incluido los hijos. Al final es difícil decir que ya lo sabías porque hasta que lo vives y lo sientes, no lo sabes realmente. Y ahora lo sé porque lo he sentido, lo he vivido. ¿Me arrepiento? No, no me arrepiento de que pueda sufrir consecuencias, quizá de salud, derrame o lo que sea, o lo peor perder un hijo. Pero vale la pena luchar por la vida.

¿Cómo recuerdas la primera vez que fuiste criminalizado?

Me dio risa al principio porque ya sabía que venía eso. Y la verdad no es que me crea un valiente o un guerrero. Me importa lo que ellos quieran hacer. El pueblo tiene que entender que tiene que luchar. Entonces me dio igual cuando me criminalizaron y me persiguieron. Para mí es un signo de que vamos bien, que vamos avanzando. Porque si fuera por una cosa que no vale la pena, nadie me habría perseguido. Como siempre cuando quieren apropiarse de una riqueza de mala fe te van a apresar y esto trae todas las cosas feas porque si se hace de buena fe, se llega a entendimientos y esto nunca pasó. No se hace toda esta persecución por gusto, entonces, cuando los pueblos luchamos y nos persiguen y nos criminalizan, sabemos que andamos bien.

¿Cómo se sintió en ese momento?

La verdad, no sentí nada. Últimamente sí me ha entrado la depresión o cosas así, esto sí lo he sentido. Pero hace 5 años, cuando estaba en el mayor apogeo, yo creo que es algo que va sucediendo con el tiempo, porque al principio yo no sentí nada. Me sentía mejor, con más energía, empoderado, con más deseo de luchar. Y cada vez, cuando sentía esto, decía que voy a seguir luchando. Pero después sí, vas generando sentimiento y vas viendo y conociendo. Últimamente sí vale la pena luchar, pero hay mucha gente que no lo entiende, que no puede más, que no aguanta.

¿Qué cambió todo esto en su vida cotidiana?

En un momento sí hay que hacer una pausa porque interrumpe un ciclo de vida. Hay que pensar un montón de cosas porque cuando uno está solo y no tiene familia, sería más fácil luchar. Lo que me detiene a veces es que yo tengo mis hijos y tengo una responsabilidad con mis hijos. Si no los tuviera, pues no importaría nada, yo creo que me sentiría con más libertad. No me preocupa si me quitan la vida. En esto soy sincero, no quiero parecer altanero, solo me preocupa defender la vida, mi pueblo, la naturaleza, nuestro futuro.

¿Cómo afectó este camino a su familia?

Sí, a mi familia le afectó y a mi relación con mi esposa también. Hubo un momento en que mi esposa me dijo que sea la lucha o ella, que nos divorciáramos y le dije que el divorcio. Estábamos hablando en serio, llorando los dos. Lo único que le dije fue: “No te voy a dejar de amar. Siempre te voy a amar. Pero si crees que el estar juntos o al estar separados va a cambiar algo, para mí no va a cambiar. Estamos juntos, voy a seguir. Estamos separados, voy a seguir. Pero te voy a amar y me va a doler en el alma saber que no voy a estar junto a ti y a mis hijos.” Afortunadamente, permanecimos juntos.

Respecto a mis hijos, en el fondo siento que no quiero tener hijos para un sistema. ¿Entonces, qué hacer en un sistema donde todos tienen que seguir las formas de opresión? No quiero hijos para un sistema donde seamos oprimidos, de género, a la humanidad, en lo que sea. Quiero hijos que sean libres, y si en esa libertad también van a caer en lo mismo que yo, en la defensa de todo eso, pues me harían un papá muy feliz. Es el deber de ellos, me duele decir esto, pero no sé. Quizás no es que sea un animal, sino que estoy muy conectado con la vida. Y para mí es eso, que defiendan vida. Porque sé lo que van a sufrir, ya lo sufrí.

Lo he pensado: “¿Y si me matan a un hijo?” Mi esposa trabaja en una aldea algo alejada, “¿y si matan a mi esposa?” Y a veces digo bueno, si toca, toca. Estas cosas a veces estoy pensando. Está claro, cuando ya estás con la muerta de una persona o con un suceso de un daño de salud, ahí es cuando se siente.

¿Cómo se siente hoy? ¿Qué se siente diferente?

Lo que ha cambiado la criminalización es mi economía y mi salud. Uno puede ser fuerte físicamente pero cuando hablamos de los síntomas de derrames, de la salud mental, ahí no sé. Por ejemplo, tengo inflamada mi cabeza por este lado (señala el lado derecho), a veces sentía un hormigueo en mi cara. Yo no sé mucho de estas cosas, pero me preocupó porque muchas de las personas luchadoras terminan en silla de ruedas. He visto bastantes casos de gente que luchan y terminan con un derrame o con problemas de salud mental.

Por andar en la lucha he puesto a mi familia en una situación económica de deudas. No he podido trabajar porque lo estoy “evitando”, como se dice. No estoy evitando el trabajo en sí, estoy evitando que me maten en el camino. En un trabajo anterior vendía pescado en las montañas y como sé el actuar de las empresas y los medios de comunicación, me cuido. Matan a alguien y vienen los medios de comunicación junto a la empresa y dicen que lo mataron por un asalto. Como lo quisieron decir de Berta Cáceres, que era por crimen pasional. Lo primero que me acuerdo fue cuando salió Eduardo Maldonado en HCH diciéndolo en la tele. Entonces porque estoy evitando todo eso, hasta no trabajar por peligro, resulta una situación económica fuerte y difícil.

¿Y esto es estresante?

Sí, la verdad que sí. Como le dije a principio, no lo sentía, pero últimamente sí. Creo que eso lo hacen por diseño. Saben cómo joder a la gente que lucha a través de muchos años de experiencia. Por ejemplo, los de los juzgados: cada vez que voy a un juicio lo cancelan y lo reprograman por meses adelante, esto es hostigamiento. Y como no se puede hacer nada en contra y hay que esperar hasta la nueva fecha, no se tiene nada que hacer. Hasta insomnio y dolor de cabeza, hasta siento que estoy volviéndome loco. Aunque esto no es lucha directamente, sino es hostigar psicológicamente. No me matan, pero me están metiendo a cada rato a la corte, a juzgados y a más juzgados y se gasta dinero en estos procesos, pero no se puede trabajar. Nosotros, luchadores del pueblo, nunca tenemos este dinero que tienen ellos para aguantar estos procesos. Muchas personas se retiran porque la economía no les da para estar luchando. Pero bueno, mientras tenga los pies y las manos y la mente vamos a luchar.

¿Cuáles eran los sentimientos al entrar y atender a las audiencias?

Antes, yo nunca había estado en algo así. En un juicio por algo que no tengo culpa, defendiendo un derecho. Una vez cometí una infracción de no andar licencia y me llevaron detenido porque no tenía los papeles del carro conmigo. Pero en esto se sabe la culpa y la policía solo hizo su trabajo. Se resolvió porque tenía los papeles, solo que no conmigo. Pero en el caso de ser criminalizado, uno no entiende cómo un fiscal, o cómo un juez puede decir que tenga lugar. ¿Cómo puede tener lugar una cuestión que está en contra de los derechos del pueblo?

¿Cuál es el momento que más te impactó en esta jornada de ser criminalizado?

Fue cuando llegaron a mi casa 70 policías. Me impactó porque miré a los policías encañonar a mi hijo con un fusil. Cuando miré eso, y tenía un machete a la par mío, miré la muerte. Mía o la del policía o la de mi hijo. Y no dejaba de apuntar en la cabeza de mi hijo, porque él estuvo grabando. Entonces en un momento quiso quitarle el teléfono a mi hijo y solo le dije al policía: “Si seguís apuntando a mi hijo, dispárame mejor.” El policía también entendió porque él miró mis ojos, o sea, que a mí se me salió una lágrima porque le reclamé al policía fuertemente: “¡No apuntes con ese fusil a mi hijo! ¡Te doy dos segundos para quitar ese fusil de apuntar a mi hijo!”, y gracias a dios él obedeció y lo quitó. 

Otro momento fue cuando vi a mi esposa que a veces dice que me quiere acompañar a los juzgados, pero cuando llega el momento, ella solo me dice con dolor en su corazón que no puede, que no soporta ver que entro al juicio. Entonces casi siempre ella no estuvo presente para apoyarme. Esto cambió porque ahora se ha apropiado también de la lucha. Lo fuerte era saber cuándo iba a un juicio y solo mi hijo mayor pudo acompañarme, porque el menor no soportaba venir tampoco. Ellos se quedaron en casa, llorando, llorando, llorando, hasta que regresé el día después. Porque a veces los juicios duran todo el día. Regresé y encontré a los dos con los ojos bien hinchados de llorar.

Esta es la parte más fuerte que pasó porque les afecta a ellos y esto duele más.

¿Cómo te parece el rol de la policía y de los jueces en estos procesos?

De la policía en unos momentos bien agresivo porque incluso uno me golpeó estando con las esposas, otros me querían traer solo con una calzoneta, como andaba sin camisa y descalzo.

Además, los primeros dos años me he sentido muy perseguido por parte de la policía. Cada vez que me miraban en la calle me paraban y querían molestar. Como la lucha nuestra fue bien conocida en toda esta zona sur, sabían quienes éramos. Entonces cuando yo venía les dio igual a los policías, me pararon donde fuera. Pero siempre tuve conmigo todos los papeles en regla y nunca pudieron arrestarme o levantarme por una posta policial, pero ellos han querido siempre.

Esto es algo muy penoso y que, por parte de los jueces y los magistrados, no conozcan los derechos de los pueblos originarios. El estado de Honduras firmó convenios internacionales que nos protegen, que nos dan derechos, pero no están siendo respetados. Vamos a audiencias y parece que ni los jueces ni los fiscales saben que existen estos convenios. Es complicado para nuestro país y muy penoso que no conozcan.

¿Cuál fue la solicitud de pena contra usted que más le impactó?

En una pusieron una demanda, que en el caso de que yo perdiera el caso, la empresa habría tenido el derecho de demandar más de 100 millones de lempiras. Además, pidieron una condena de 12 a 18 años de cárcel, como si hubiera matado a alguien. En otra, me acusaban de intento de violación de una empleada, de intento de asesinato, de secuestro, usurpación, daños agravados e incendios. Aunque en ninguna de estas alegaciones graves alguien se presentó.

¿Cómo te afectaron las medidas cautelares?

Esto es algo muy grave porque cada vez que venía a firmar tenía que andar pensando que me van a matar. Porque en este juzgado aquí en la granja en Tegucigalpa han matado a gente saliendo de los juicios. Entonces, lo que hacía era que me llevaba una camisa de un color y antes de salir me cambiaba en el baño y me ponía otra camisa. A veces entré con gorro, a veces sin gorro. Nunca llevé mi carro, por ahí es más fácil estar viajando a jalón que tener una rutina. Siempre cambié mi rutina.

Aquí finaliza la entrevista con Antonio. Le agradezco tomarse el tiempo para esta entrevista y contar su historia, así como sus sentimientos.

¡Qué fácil es criminalizar a alguien! En realidad, no es muy difícil, menos si uno ya tiene conexiones con fiscales. Como se puede ver en el caso de Antonio, se hicieron acusaciones muy graves, por las cuales tuvo que presentarse frente a un juez, con medidas cautelares, saliendo en un sistema como criminal que le dificulta conseguir trabajo y al fin nadie se presentó. Le tocó asumir todas las consecuencias.

Al fin, hasta el momento en que estoy escribiendo este artículo, no se resolvieron sus procesos. Legalmente existe un dicho que dice: “justicia retrasada es justicia denegada”.

Este dicho viene de una norma jurídica que se llama debido proceso. El debido proceso es el derecho de cada ciudadano a obtener una decisión sobre un asunto legal ante tribunales independientes, sin discriminación, y en un plazo razonable.[2],[3],[4]

En la declaración universal de derechos humanos escrita en 1948 está escrito que todes nacimos libres e iguales (Art. I), que tenemos el derecho a la no discriminación (Art. II) y el derecho a la vida (Art. III), el derecho a la igualdad ante de la ley (Art. VII), de ser libre de detención arbitraria (Art. IX) y finalmente el más importante en este caso, el derecho a un juicio justo (Art. X).[5]

Ojalá llegue el día cuando no solamente se firmen estos tratados y convenios, sino también se cumplan los derechos humanos que todes nos merecemos.


[1] Nombre cambiado

[2] Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José)

[3] El derecho al debido proceso en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos

[4] Los principales tratados internacionales de derechos humanos

[5] Los principales tratados internacionales de derechos humanos

Foto: Acompañamiento a defensores criminalizados por defender sus bienes comunes, en el Juzgado de Letras de la Granja en Tegucigalpa. (PWS 2023)