Este es un día más en la lucha contra el machismo y el patriarcado. Un día más en el que todas las mujeres del mundo alzan sus voces al unísono para gritar bien fuerte “basta ya, nos están matando, acosando, violando… y ya no podemos más. Queremos que se elimine cualquier tipo de violencia (física, psicológica, obstétrica, sexual, institucional, laboral, etc) hacia nosotras“.
En PWS no somos ajenos/as a la violencia de género, más cuando las estadísticas de país son así de crueles: en Honduras una mujer es asesinada cada 18 horas; durante el año 2017, hubo 389 femicidios, y en los últimos 15 años, los homicidios contra mujeres superan los 5.600. Más del 90% de estos crímenes siguen impunes, según datos del Observatorio de la Violencia de la UNAH (OV-UNAH). Además, de acuerdo con estudios efectuados por el Centro de Estudios de la Mujer, en Honduras el 27 % de las mujeres aceptan que han sufrido violencia física en algún momento de su vida y de acuerdo con cifras de UNICEF, en el 2016, casi 9 de cada 10 delitos sexuales contra la niñez, afectaron a las niñas.
De igual forma, los embarazos en niñas y adolescentes se ha vuelto un grave problema de salud pública y penal, ya que un elevado porcentaje de estos es producto de una violación, violaciones que en su mayoría quedan en la impunidad. En el año 2017 en Honduras se registraron 101 partos de adolescentes por cada 1.000 embarazos de todas las edades (datos del Centro de Estudio para la Democracia) y alrededor de 30.000 jóvenes cada año se quedan embarazadas antes de los 19 años y seguramente la cifra sea mayor puesto que no todos los casos se registran y cuya mayoría acontecen en las zonas rurales o en familias de escasos recursos económicos que no tienen acceso a centros asistenciales de salud.
Desde el acompañamiento realizado por PWS, hemos podido conocer la realidad de muchas mujeres defensoras de derechos humanos, del territorio y la vida. Estas defensoras se enfrentan a mayores riesgos que sus compañeros (hombres) defensores puesto que la discriminación traducida en opresión, explotación y violencia contra las mujeres, las coloca en una grave y peligrosa situación. Por ejemplo en el caso de las amenazas, dado el rol impuesto a las mujeres en los cuidados a otros/as (hijxs, hermanos, padres…) muchas veces las amenazas van dirigidas a las personas que tienen a su cargo para que la mujer cuidadora abandone la lucha.
En un país donde la violencia hacia la mujer se ha normalizado, donde las mujeres violentadas tienen muy limitadas redes de apoyo y un sistema judicial deficiente, donde sus actividades diarias están relegadas a las tareas domésticas y al cuidado de los/as hijos/as sin ser valoradas, donde dicha violencia causa un empeoramiento de la salud de las mujeres, es primordial que como acompañantes de defensoras de derechos humanos tengamos una especial mirada hacia esta situación.
Algunas de las mujeres a las que acompañamos han manifestado su preocupación y horror sobre la situación de violencia en la que viven diariamente las mujeres en Honduras. Es el caso de Roxana, una de nuestras acompañadas en el sur del país, quien manifiesta que “en Honduras te matan por ser mujer, por haber decidido sobre tu cuerpo, sobre tu sexualidad… y somos víctimas de esas agresiones y la violencia que ejercen los hombres. La vulnerabilidad que tenemos las mujeres es algo sistemático, no hay una preocupación por parte del Estado por poner una solución real a estas agresiones, no hay voluntad política. Hasta hace poco se reconoció la figura del feminicidio en el código penal, que antes era tratado de igual forma que un homicidio. A pesar del trato diferenciado no es algo que nos haya servido de mucho porque no se está juzgando a nadie por este tipo penal. Tampoco podemos salir a la calle, sobretodo en las ciudades, con un vestido o una falda porque somos acosadas, agredidas físicamente y no solo es acoso verbal sino que te tocan y esto pasa porque los hombres se sienten con la libertad de hacerlo porque no hay nadie que les vaya a juzgar. La violencia hacia las mujeres es algo alarmante en Honduras”.
Este sentimiento de impunidad se debe a un sistema judicial deficiente en el que las víctimas de violencia de género no denuncian porque saben que el agresor no va a ser procesado y si deciden hacerlo los datos estadísticos es que apenas la mitad reciben sentencia condenatoria.
El sentimiento es común en las mujeres que están presentes en la defensa del territorio, tal y como lo refleja G., pobladora de un municipio del sur, cuando nos expresa que nos sentimos súper vulnerables ahora. “Aquí tocar a una mujer ya es algo que no les causa asombro y mucho menos importancia, hemos llegado a un momento difícil que hasta por tu lucha o por exigir tus derechos te mata.”
Cabe señalar que estas mujeres a las que acompañamos coinciden en expresar que su lucha en la defensa de los derechos humanos no tiene el mismo reconocimiento (socialmente aceptado) que la que tienen los hombres que están en la misma lucha, porque “los compas varones tienen unos privilegios y nosotras no, seguimos en el cuidado del hogar y a nosotras no se nos reconoce estar en la lucha, sino más bien se dice que somos unas “callejeras”, se considera que así no aportamos al hogar“, tal y como expresa Roxana. La perpetuación de los roles “tradicionales” entre hombres y mujeres sumados al machismo y a la sociedad patriarcal, supone un descrédito y una infravaloración de las mujeres que forman parte de la lucha en la defensa de los derechos humanos. Para las compañeras que están en pie de lucha, el feminismo y el acuerpamiento que se dan entre las compas sororas es muy importante porque muchas veces se sienten incomprendidas y muy solas en la lucha, tal y como lo refleja Yanelis, una joven defensora de derechos humanos de 19 años: “es difícil que tu pareja (hombre) te escuche. A veces el compañero que tenemos en casa no nos apoya en lo que necesitamos, solo te manda. No me gusta como actúan los hombres, sino tienes las cosas hechas te están preguntando que en qué estabas, si sales a la calle con un short te dicen que andas con otro hombre… es horrible. Si te vistes corto es porque andas con otro“.
Ante esta situación de normalización de la violencia hacia la mujer es sumamente importante enfrentar el machismo y superar el patriarcado y el racismo. Queremos traer en la memoria las sabias palabras de la defensora de derechos humanos, Berta Cáceres, que fue brutalmente asesinada pero cuya lucha se hizo semillas: “ninguna pelea por la justicia y por la construcción de un mundo mejor es posible sin la presencia de las mujeres. En la historia de la humanidad siempre han buscado minimizar y hacer invisible a las mujeres, incluso en las organizaciones progresistas. Pero aquí estamos, a la vanguardia de la defensa de Honduras, para defender los derechos de las mujeres, de las comunidades, de nuestro pueblo, que es prácticamente la misma batalla por la justicia y la dignidad”.
Mireia Izquierdo, voluntaria de PWS en Honduras
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