Artículo de Mónica Gálvez, acompañante hondureña de Derechos Humanos de PWS en Honduras.
Tegucigalpa, Honduras
Querida defensora,
Te escribe una persona que tiene privilegios diariamente y que en su mayoría han sido por tu constante lucha por mis derechos. Pienso seguido en cómo obtuve mis oportunidades como mujer, hondureña, de educación universitaria, rodeada de otras mujeres que son mi red de apoyo. Para mí está claro que son necesidades, pero realmente en el contexto de mi país son privilegios.
Las luchas que se construyen en comunidad, las exigencias desde la marginación, la resistencia ante las injusticias y la protesta casi permanente por los derechos de todas y todos son los que me tienen ahora escribiendo esto como observadora en una organización internacional. No habría podido estudiar, ni tenido la oportunidad de salir de mi zona de confort o conocer sobre los derechos humanos si una defensora como vos no hubiese exigido estas oportunidades antes.
Soy lo que ahora tengo por mis ancestras, por las mujeres que defienden sus territorios, su multiculturalidad, su independencia, su corporalidad, sus derechos. Abrazo mis pensamientos y cuestionamientos porque alguien como vos creó fuego para dar luz a mujeres en la oscuridad, hiciste que una sola voz se convirtiera en miles, convirtiéndose en un solo canto de acuerpamiento para todas.
¿Cómo no sentirme en deuda con una lucha histórica que me ha dado tanto? ¿Cómo no sentirme en deuda con vos y mis hermanas que expusieron sus vidas para que yo ahora esté teniendo derechos que años atrás me habrían sido negados? Tantos rostros como el tuyo olvidados colectivamente, defensoras asesinadas por el sistema, mujeres rebeldes opacadas por la represión.
No quiero que nadie ignore que existís, que seguís firme en las calles, en el bosque, en los trabajos, en las aulas de clase, en el río. Quisiera que fuera imposible no tenerte presente en los libros de historia o en las anécdotas cotidianas de una multitud grande. Quisiera que pensar en algo así fuera más cercano a lo real que a una situación utópica.
Lamento profundamente que muchas de tus resistencias hayan sido mal contadas, que se criminalizara tu oposición y te enviaran, en muchas ocasiones, a las sombras. También lamento que dudaran de tu cordura, violentaran tus libertades y castigaran a tus cercanas o cercanos.
No sé en dónde estás ahora mismo, si estamos en la misma línea de tiempo existiendo a la vez o si tu existir está en lo que yo entiendo por pasado y futuro; así que te diré que gracias por lo que hiciste, por lo que estás haciendo y por lo que harás por y para nosotras. Qué nuestras rebeldías continúen construyendo igualdades, sueños y libertades a través de la exigencia de nuestros derechos. Que la sororidad nos alcance a todas para respaldar cada lucha y encendamos un fueguito en casa para cuidarnos desde la empatía y el amor.
No puedo finalizar esta carta sin decirte que te aparecés a diario en mi camino a casa, en los rostros de mis amigas, en la mano de mi madre, en los carteles de mis compañeras feministas, en la voz de las mujeres que acompaño como observadora. Desde la hermandad, la admiración y el respeto por traspasar generaciones, te agradezco infinitamente.
Esperando seguirte encontrando en mi entorno, te escribe atentamente,
Mónica
Foto: CDD20 Pixabay